Dice el dicho que aquello que funciona, es mejor no tocarlo. Se trata de una de esas máximas que pueden aplicarse en prácticamente cualquier situación de la vida, incluso en las soluciones y los sistemas propios de las fábricas y empresas en sus, a menudo complicados, procesos productivos, tan plagados hoy en día de soluciones tecnológicas.
Y es que pese a que la automatización es una de las tendencias al alza en este tipo de procesos, agilizándolos y mejorando su eficacia, aún existen herramientas plenamente funcionales y que ofrecen un gran rendimiento desde hace muchas décadas y que no parece que vayan a dejar de usarse debido a su gran eficacia.
Como decíamos, si algo funciona, no hay porque tocarlo, y ese es el caso, indudablemente, de los palets. Una sencilla estructura de madera que cumple una función básica en todas las fábricas del sector industrial, la de permitir un correcto almacenaje de la mercancía para poder aprovechar el máximo espacio útil posible.
Esta sencilla herramienta permite almacenar en altura, con lo que el aprovechamiento del espacio es más eficaz, a la vez que permite mover la mercancía de un lugar a otro de forma rápida y cómoda mediante toros mecánicos y traspales, sin poner en peligro la mercancía gracias a la estabilidad de superficie que otorgan los palets.
Se trata por lo tanto de un ejemplo perfecto de ingeniería efectiva, un compendio de virtudes que no necesita ser tecnológicamente muy avanzado para cumplir con creces la función por la que ha sido creado, solucionando con un gran rendimiento las necesidades de almacenaje y transporte de mercancías que requieren las empresas del sector industrial, siendo además fácil de recoger y apilar uno encima de otro cuando no están siendo usados, de manera que no ocupan espacio útil de la empresa.